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Heras, o érase unos cuantos más

Que en la orina de Roberto Heras se haya detectado EPO -independientemente de si es fiable o no el método adoptado- lo único claro, contundente y acusatorio es que el autor de la micción, si se dopó, no actuó solo. Al igual que en otros casos semejantes. Fatiga creer que hoy día un ciclista enrolado en un equipo profesional de elite "tome" sin conocimiento de su director deportivo y del galeno. Y si así fuera, cabría interpretarse como un colosal ejemplo de impericia profesional. Nadie mejor que ambos debieran conocer el estado de salud de sus deportistas. Controles internos no faltan. Y también el "estado de forma" de cada uno de sus pupilos. Entra de lleno en su salario el saber de las posibilidades físicas de todos ellos, y también de sus límites.

Sancionar únicamente al ciclista es pretender hinchar un melón, si de verdad se quiere erradicar este atentado a la salud. Animarle a que cuente "como pasó" y no facilitarle una salida laboral alternativa y digna, es una auténtica quimera. De ahí tanto silencio cómplice. El profesional -culpable y víctima a la vez- se come "el marrón" en solitario y espera que escampe. El director deportivo del equipo le despide y el médico no sale de su asombro. Tan rutinario como aquel (supongo que hoy en desuso) recuerdo escolar del "cópieme cien veces la frase". Me pregunto si sería injusto el que la misma sanción la tuvieran que compartir, además del ciclista, su director deportivo y el médico y todos los responsables del equipo. Jerarquizar. Y esperar resultados. Y si esto es una sinrazón, compadezco sinceramente la indefensión y desamparo que sufren técnicos y galenos frente a las locuras de sus hombres. Deben ser de una pasta especial.