¿Por qué acabó todo tan mal?
Una mañana a principios de los años setenta George Best amaneció en una suite del Hotel Hilton de Londres con Miss Mundo, una voluptuosa americana llamada Marjorie Wallace. Al lado de la cama había un magnum vacío de champán francés. Entró un camarero con el desayuno: huevos benedictine, zumo de naranja y más champán. El camarero, un señor mayor, de Irlanda del Norte como él, miró al astro del United y, con voz afligida, le dijo: "George, ¿qué pasó? ¿Porqué acabó todo tan mal?"
Su compatriota no se refería a sus circunstancias aquella mañana, sino a su bajo rendimiento en el campo. Durante la segunda mitad de los sesenta el único jugador del mundo mejor que Best era Pelé. Si Best hubiera nacido brasileño, habría sido uno de los jugadores más brillantes de aquel Brasil que ganó el Mundial 70. Era así de bueno. Pero entró en declive, consecuencia de demasiadas veladas, demasiadas mujeres y demasiado alcohol. Y no paró nunca. Siempre le acompañaron las bellas mujeres y el champán. Best se dejó guiar por las palabras de un célebre poeta de las islas: "El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría".