Entre la indiferencia y el frío
No nos engañamos, a los eslovacos les gusta el fútbol lo justo. Diría más, estaban resignados a su suerte antes de jugarse el partido de ida. Lo que ocurre es que son muy patriotas y están fastidiados porque algún listo en nuestro país se sobró un poco pitando su himno y, además, se les faltó al respeto desde algunos medios tachándoles de mantas y de que casi no había que viajar para disputar la vuelta. Es lo malo cuando no se miden las palabras. Pero también saben que eso fueron desvaríos puntuales.
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No esperen encerrona el miércoles, ni ambiente hostil contra nuestro equipo. Salvo que los calentemos mucho en la víspera, irán a disfrutar de lo que para ellos es una gesta: haber estado a las puertas del Mundial. Lo que si notaremos es el frío húmedo que te cala hasta los huesos. Bratislava es una ciudad deshabitada desde las cuatro de la tarde, cuando se cierra la noche y resulta temerario dar un paseíto cerca del Danubio.
Esa sensación térmica gélida y el exceso de confianza pueden complicar lo que debería ser un fin de fiesta que comenzamos a disfrutar el sábado. Para evitarlo ya están los utilleros para lo del frío y Luis Aragonés recordando que el que se duerme se cae de la próxima convocatoria para evitar lo de tomárselo a broma. Si en el Calderón el equipo demostró madurez para ejercer su superioridad, mañana, en un campo con historias bastante truculentas, deberían tirar de oficio y, de paso, felicitar a los eslovacos por haber llegado hasta la repesca.




