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La M-30 es la Eslovaquia del hincha

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Vivo a menos de un kilómetro del Calderón y si pretendiera cruzar de acera a acera desde mi portal, por insensatez y sin el entrenamiento de un saltador de longitud, sería devorado por dos zanjas. Después me aguardaría un volcán de restos de una de las antiguas pasarelas de la M-30, vía que camina hacia su soterramiento de la forma más dañina. A derecha e izquierda aparece la mayor exposición mundial de grúas. Y a sus pies culebrea la autovía regateando como Futre los morterazos sobre el suelo que invaden el río. Por la noche los focos presentan el desastre como lo hizo Coppola en Apocalypse now. Y de los accesos al campo se podría sacar un duro campeonato de cross. Total, que aún hay algo peor que verse en la congoja de la repesca ante Eslovaquia: acudir al partido.

El aficionado del Atlético lleva meses metido en ese incómodo rally. Hoy su justificada queja tendrá alcance nacional. Aún así se llenará el campo, porque al público de Madrid las grúas no le impedirán ver el bosque de la trascendencia del duelo. Ayuda el horario, que despeja la ciudad aunque aleja a los niños. Y también la excepcionalidad del acontecimiento, que interrumpirá, se supone, los habituales cortes nocturnos. Y luego que España, como dice el eslogan que promociona el metro de la capital, vuele.