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La genética le hizo lateral

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Pernía y Marcos Senna, argentino y brasileño, se asoman al balcón de la Selección. El fenómeno no es nuevo ni aquí (Pizzi, Catanha o Donato son ejemplos recientes) ni fuera. La Francia que ganó el Mundial del 98 tenía tres jugadores nacidos en el exterior (Desailly, Karembeu y Thuram), Alemania cuenta habitualmente con Kuranyi (brasileño) y Asamoah (ghanés) y dio antes el pasaporte a Rink (brasileño), Italia apadrinó a Camoranesi (argentino) y Portugal a Deco (brasileño)... No prospera, pues, la acusación de compra de talentos, tan habitual como discutible en otros deportes. Simplemente se saca provecho de futbolistas en los que su país de nacimiento no reparó. Nunca se acordó Argentina de Pernía, que ya tiene 28 años, ni Brasil de Senna, que ha cumplido los 29.

Pernía es para Luis el tercer lateral zurdo disponible, por detrás de Del Horno y Antonio López. Su padre, El Tano (abreviatura de napolitano, gentilicio por el que se conoce a los italianos en Argentina) Pernía jugó en el mismo puesto en Estudiantes, Boca y Vélez. Sus dos hermanos también fueron laterales en la Liga estadounidense. "Decimos el apellido y nos mandan a una banda", suele decir a menudo Pernía. No se ve lejos de Lizarazu y su modelo deportivo es Bochini, tótem de Independiente, "que me enseñó a ser humilde". Está condenado a creer en la suerte: el año en que él nació su padre ganó la Libertadores y la Intercontinental.