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Es necesario aunque no sea perfecto

Todos soñamos con un mundo perfecto, pero éste jamás existe fuera de Hollywood. Yo también prefiero tomarme unas cañas en La Latina y bajar paseando al Calderón, pero luego entro y... ¿Y qué? Pues para un personajillo nacido en julio de 1977, disgusto tras disgusto. En mis sufridos 28 años de vida, el Atlético ha ganado una Liga. Tantas como veces ha descendido a Segunda. ¿Me compensa poder ir andando al estadio? No. Es evidente que las cosas se han hecho mal para llegar a esta situación en la que Europa nos parece Australia, pero no tiene sentido seguir castigando a los gestores del club hasta el infinito. Más que nada, porque cada latigazo que les damos acaba doliéndonos a nosotros mismos. Si la solución que han encontrado pasa por Alcorcón, adelante.

Por eso me gusta (y me sorprende) el apoyo mayoritario al traslado. Me parece que la gente está tan harta de perder (y de las inverosímiles obras que han convertido el camino hasta el Calderón en la Ruta Quetzal) que se iría a la Luna con tal de ver a Torres levantar un trofeo (más le vale verlo pronto porque si no dejará de ver a Torres, pero ese es otro tema). El proyecto de Alcorcón es un pelotazo. Además, sitúa al Atlético en una posición inmejorable para negociar con el Ayuntamiento, que ve como puede acabar comiéndose La Peineta. Seamos realistas: si pudimos asumir que la diosa Pocahontas sólo era un dibujo animado, reconozcamos que seguir en el Calderón y ser un equipo puntero es imposible. Además en Alcorcón también ponen cañas y ganando saben mucho mejor.