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Al Atlético aún le falta autoestima

Bianchi tuvo suerte por dos veces ayer. Primero, ése gol salvador de Kezman, que tiene el mismo trabajo que el señor Lobo de Pulp Fiction: resuelve problemas. No hace otra cosa, pero si la pelota anda suelta la mete. Y eso en este Atleti blandito, de gomaespuma, es media vida. Desde luego, anoche sacó a su entrenador de un lío muy gordo y le dio la razón en lo de echarse para atrás con las rotaciones. Al final, resuelven los buenos. Pero la segunda dosis de fortuna del Virrey fue que el partido no se televisase. Porque hasta ese minuto 86 el desastre rojiblanco era completo. Uno, que ya no recordaba el último encuentro que tuvo que seguir así, se aferró a la radio, intentando rememorar tiempos más felices. Tengo recuerdos fabulosos de noches de transistor cuando era un crío, pero claro, entonces oía ¡Gooool de Schuster en Old Trafford! y ahora el nombre más escuchado durante la retransmisión de un choque contra un Segunda B es el de Marcos Márquez, el delantero de Las Palmas. Cualquier tiempo pasado fue mejor.

Y lo seguirá siendo si Bianchi no nos soluciona urgentemente una duda: ¿Necesita el Atleti un entrenador o un psiquiatra? Porque da la sensación de que juega más contra sus traumas que contra sus rivales. Se vio en el derby, empequeñecido o ante el Getafe, totalmente groggy tras el golpe de Anoeta. Cualquiera que haya tenido una vida sentimental animada sabe que mostrando seguridad en uno mismo, tienes medio éxito en el bolsillo. Si este Atleti de los Kezman, Torres, Petrov y compañía saliera a los campos sintiéndose vencedor lo sería mucho más a menudo. Bianchi debe hacérselo entender urgentemente y Kezman le dio ayer una prórroga inestimable. Eran mejores. Ganaron de milagro. Aún falta mucho.