Dos males: árbitros y equipo
Al pésimo González Vázquez se le notó en exceso que quería demostrar a las altísimas instituciones madridistas que su presunto favoritismo por lo rojiblanco era sólo un rumor malintencionado. Él solito, con la más que rigurosa expulsión de Antonio López, sentenció el encuentro. De nuevo un funesto arbitraje ha decantado el único partido del año, en el que a priori y sea cual sea su momento o el nuestro, siempre salimos con la maxima predisposición a perder. Los máximos dirigentes del club deberían replantearse la exquisita educación de la que hacen gala a la hora de referirse a los señores colegiados. Torres, Pablo y el propio Bianchi vinieron a decir al término del encuentro con el Real Madrid que es necesario alzar la voz y quejarse cuando la situación lo requiera. Dicho esto, la humillante derrota alumbra otras lecturas y ninguna alentadora.
Nos tenemos que acostumbrar ya a jugar sin banda derecha y el centro del campo que ha diseñado Bianchi hace aguas por todas partes. Ni hay un líder con criterio que reparta juego ni centrocampistas que presionen al rival. Uno no entiende para qué se fichó a Galletti, al que el entrenador utiliza para perder tiempo. Tampoco comprendo que, adoleciendo de creación en esa zona vital del campo, se condene a Ibagaza al banquillo. Si se supone que Maxi juega de media punta, porque no sabemos a qué juega, está claro que ni Luccin y muchos menos Zahínos no dan la talla para pilotar el juego del equipo.