Hormigas y terremotos en Pakistán
Mi consejo de experto es que no se les ocurra hacer una carretera por ahí". Fue la conclusión a la que llegó el ingeniero suizo encargado por el gobierno paquistaní para que estudiase la viabilidad de una carretera que atravesase el corazón de la cordillera del Karakorum, uniendo Islamabad, la capital, con Kashgar, la mítica perla de la Ruta de la Seda, en el Turquestán chino. Afortunadamente, sus colegas no le hicieron caso y hoy existe esa carretera que cruza las cadenas montañosas más elevadas de la Tierra: el Hindu Kush, el Himalaya y el Karakorum. Y, como estamos viendo, una de las zonas sísmicas más activas del planeta. Cada vez que tengo que recorrerla, a bordo de uno de esos destartalados autobuses, decorados como carrozas de carnaval, que parecen botar al ritmo de la música local que nos atruena los oídos por gentileza del conductor, comprendo mejor al sensato ingeniero suizo.
Tratando de ocultar una perversa sonrisa, observamos el gesto contraído del novato que se ha sentado en el lado del vehículo que, en cada curva, parece volar sobre un abismo desde cuyo fondo ruge el río Indo. La Karakorum Highway, la autopista del Karakorum, es un prodigio de la ingeniería pero sobre todo un símbolo de la voluntad humana frente a la Naturaleza. A fuerza de pico y pala miles de obreros fueron tallando en la roca una carretera imposible. Entre los graves desastres que el terremoto acaba de provocar en esa región que conozco tan bien, sin duda lo más doloroso es la pérdida de vidas humanas, al parecer más de 20.000, pero a buen seguro supone también un desastre para Pakistán los derrumbamientos que han dejado inservible, por mucho tiempo, esta vía de comunicación.
Aún no tenemos noticias de lo que les ha ocurrido a nuestros amigos baltíes, pero la historia nos hace ser poco optimistas. Esta ruta de acceso a las regiones del norte paquistaní costó más de veinte años y más de 500 vidas (basta visitar el cementerio de trabajadores colaboradores chinos en Gilgit-China). Aún hoy, se necesita el esfuerzo de unas 10.000 personas al año para mantenerla expedita. Sin medios sofisticados ni maquinaria pesada, los hombres del norte se afanan en deshacer derrumbes y mover gigantescas rocas a fin de seguir unidos al resto del país, con riesgo incluso de la propia vida. Cuando les veo pelear con picos y palas contra aludes de piedras o tratando de rescatar un automóvil caído por la pendiente, no deja de asombrarme su fuerza de voluntad, su espíritu indomable de laboriosas hormigas enfrentadas a una fuerza infinitamente superior. Les imagino ahora mismo camino de la Karakorum Highway dispuestos a luchar de nuevo, como hicieron sus padres y, me temo, tendrán que hacer sus hijos.
Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.