Una obra realizada en memoria de Bernabéu

Son muchas las ocasiones en las que se abusa de la memoria de Santiago Bernabéu para hacer apología de madridismo. Bernabéu, como todos los hombres que se adelantan a su tiempo, será siempre conocido por sus obras. Y además del estadio que lleva su nombre y la intuición para montarse en el tren de la Copa de Europa cuando nació a mediados de los años cincuenta, el presidente supo dejar un patrimonio sólido con la antigua Ciudad Deportiva. Esto último, con ser lo menos resaltado, ha acabado solucionando el futuro del Real Madrid del siglo XXI. Sin los terrenos comprados y construidos en el Paseo de la Castellana, el club blanco hubiese entrado en quiebra hace unos años y, desde luego, no habría podido afrontar la faraónica obra de Valdebebas que nos ocupa ahora.

Puede que las nuevas generaciones de socios y aficionados no cambien la volea de Zidane que dio la Novena Copa de Europa ni las bicicletas de Robinho, por lo que ayer se inauguró. Pero cuando cumplan años y vean crecer la ciudad alrededor de esa nueva Ciudad Deportiva, comprenderán el valor de la misma. Si Florentino quería rendir tributo al que fuera gran patriarca del club, no tenía mejor forma de hacerlo que levantando ese lugar de encuentro para sus aficionados. Don Santiago, para construir la suya, retuvo de la nómina una pequeña cantidad a cada jugador del primer equipo durante años. Por eso algún veterano preguntaba, cuando la venta de los terrenos para construir las famosas torres, que dónde estaba la parte que le correspondía. Seguro que a Bernabéu no se hubieran atrevido a reclamárselo.