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Anónimos que hacen deporte

Nada más tocar el suelo, aún con la vela hinchada en todo lo alto, se buscan para darse un beso. Así les gusta terminar todos sus vuelos a Zebulón y Claire Roché. Y así lo han hecho durante las veinte días que hemos empleado en unir el Cantábrico con el Mediterráneo andando y volando en parapente frente a nuestra cámara. Luego, se van a buscar a sus dos pequeños. Viéndoles a los cuatro juntos cualquiera pensaría en una familia normal y corriente. Sin embargo, no creo que deba haber muchas en las que todos sus miembros vuelan en parapente. Ambos ya han llevado a sus hijos, de tres años y 20 meses, en algún que otro vuelo.

Con 17 años, Zebulón subió con su padre, uno de los más famosos guías alpinos, al Everest y juntos volaron desde la cumbre más alta del mundo. Tan sólo diez años más tarde sería Zebulón quien subiese a Claire hasta ese límite del mundo para de nuevo salir al aire leve. Fue una forma realmente asombrosa de comenzar un periplo que les ha llevado a volar desde las siete cumbres más altas de la Tierra, compartiendo aventura, pasión y cariño. Son los únicos en el mundo en haberlo conseguido, por lo que bien podríamos considerarlos como una especie de campeones del mundo. Se ganan la vida ofreciendo sus servicios como guías en actividades de esquí, montaña y vuelo libre. Son felices así, sin aspirar a más.

Cuando oigo a algunos de estos críos mimados quejarse de no sé muy bien qué agravios desde la cima de una montaña de dinero y atenciones siempre pienso en deportistas como Zeb, Claire o tantos otros anónimos que ahora mismo andan por ahí haciendo del deporte que aman su vida, entendiéndolo al veterano estilo aquel primer espíritu olímpico. De hecho, Zeb y Claire no acostumbran a alardear de sus logros, aunque su fama y prestigio en el mundillo son incuestionables.

Simplemente disfrutan del deporte que más les gusta. En días como éstos de tanto alboroto alrededor de ídolos de gran impacto económico y mediático, las figuras de Claire y Zebulón se me antojan como un buen ejemplo de otra forma de entender el deporte, aquella que se acerca mucho al arte por cuanto la principal recompensa que consiguen es puramente emocional y estética. "Por amor al arte", vamos. No es cuestión de crear antagonismos ni podios sobre los que decidir quién se merece el primer puesto. Se trata de confirmar que existen otras opciones, formas diferentes de ser deportista. Y que tanto unos como otros forman parte del mosaico donde brillan, incluso por encima de las mareantes cifras, los múltiples colores de la pasión, el afán de superarse y la voluntad de buscar los propios límites.

Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.