Vacaciones pagadas en Marrakech
Demagogia, cinismo y caradura. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, exhibió todo su muestrario de habilidades el pasado fin de semana durante el congreso del organismo que rige el fútbol mundial. Alegró los oídos de las federaciones de los países más pobres, retó al inoperante G-14 y presentó un balance preñado de dividendos. Su enfermizo divismo le llevó a ningunear a los tribunales de justicia. Ahí ignoró que el mejor beneficio del monopolio es una vida tranquila. En el último ejercicio las ganancias de la FIFA ascendieron a poco más de 102 millones de euros; un 12% superior al anterior. Es el zumo de estrujar el calendario, a los equipos y a los mejores jugadores. Las selecciones mandan, los clubs pagan y ellos cobran. El huevo de Colón.
De los 207 miembros de la organización mundial, 25 pertenecen a federaciones de la Unión Europea, cuyos clubs son los paganos, mantienen a los cracks mundiales pero únicamente suman el 12% de los votos. Blatter denuncia su riqueza y les acusa de deshumanizar el fútbol y de falta de solidaridad. Muerde la mano de quien le da de comer. Les fustiga porque maneja a su antojo a las federaciones y conoce la cobardía de los grandes clubes. Se cumple un lustro de la creación del G-14. Al margen del terreno de juego, su poderío es equiparable a su ineficacia. Ahora van a rebufo del modesto Charleroi. A Blatter le salió un callo hace un lustro; más aparente que doloroso. El pasado fin de semana pagó unas vacaciones en Marrakech a toda su troupe. ¡ Aúpa Charleroi!