Sin bandas, sin mucho juego
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Hasta mediada la segunda parte, el público no cayó en la cuenta de que aquello era cualquier cosa menos un equipo. Normal el despiste. Robinho había encandilado con cuatro detalles. Baptista, cuando Luxa se bajó del burro y le alejó de la banda, había mojado en su estreno. Ronaldo, entre trompicón y trompicón, también pudo celebrar su segundo gol con un pasito de samba. La cruda realidad llegó después, aunque antes de que un asistente torpe y un árbitro pésimo, se inventaran el gol de la victoria del Celta. El descosido no fue ese gol sino el atasco de un Madrid torpe y sin juego exterior. Ya dijimos en su día que lo difícil, viendo los fichajes, sería formar un equipo, un once titular que jugara en bloque. Como en la pretemporada se ha ensayado poco y mal, me da que habrá que esperar al menos un mes.
Pero que no se duerma, porque las exigencias son a más corto plazo. Ayer, pese al esfuerzo realizado en reforzar la plantilla, la tribuna echaba humo al final del partido. Había para todos. No se entiende que un equipo que juega hasta con cinco delanteros, tire seis veces a puerta en todo el partido, una de ellas en la segunda parte. Tampoco se comprende mucho que el único peligro por las bandas llegue cuando doblan los laterales. Y mucho menos se explica el socio que Baptista tenga que jugar de interior zurdo o de medio centro cuando lo suyo es pisar área por detrás de los delanteros. Al menos Raúl se ha librado del debate. Esta vez salió indemne en el reparto de culpas. Si yo fuera Luxemburgo, me dejaría de pinganillos y de gaitas y me pondría a trabajar tácticamente. ¡Ah, y lo de siempre, sin desmarques no hay peligro! Robinho fue el único que lo entendió, pero acabó extenuado.




