Con pinganillo y desmochados
Desmochar: desgajar la parte superior dejándola mocha. Trepanación: horadar un hueso; el cráneo por ejemplo. El pinganillo incrustado en la oreja de un deportista cumple a la perfección ambas finalidades: cercena creatividad y robotiza la inteligencia. Al mediocre le sirve para enmascarar sus carencias por la vía del ciego acatamiento y a los mejores les supone un plus adicional de comodidad. Cuando la técnica se utiliza para aborregar, y no solo en deporte, únicamente cabe la insumisión. Vistas las circunstancias (el ciclismo es un buen ejemplo) no parece probable que los actores se rebelen.
Cuestionar su legalidad en la práctica del fútbol profesional entiendo que es marear la perdiz. Básicamente porque depende de las magnitudes económicas que las empresas fabricantes de los audífonos estén dispuestas a destinar en concepto de esponsorización. La voracidad recaudatoria de los organismos internacionales que dirigen el fútbol es tan ilimitada como cínica. También en los de cada país. Y por supuesto en los clubes: capados sí, pero les dejan silbar. Tienen prohibida toda publicidad de bebidas alcohólicas entre sus patrocinadores, mientras que la UEFA cuenta entre sus sponsors con una marca cervecera, al igual que la Federación Española de Fútbol, otra, y la propia Liga de Fútbol Profesional, otra más.
Ante este escenario, alguien podría pensar que quizás sería justo que los espectadores se hicieran con el balón. Equidad: quién paga por ver un partido también tiene derecho a gozar de los avances tecnológicos. Aparatos que distorsionen la transmisión. E incluso marcar un gol de chilena por la escuadra: derivar las instrucciones a la megafonía general del estadio. Si los robots también sirven para jugar, juguemos todos.