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El peso del aire y el de la evidencia

Todo el que ha superado los ocho mil metros de altitud no necesita de la ayuda de la física para confirmarnos que en ese límite de la Tierra el aire es un bien escaso y preciado que respiras a pedazos. Es así porque es menos denso que allá en el valle, y cuesta un esfuerzo sobrehumano hacerlo llegar a los pulmones. Pero, a veces, ese gas en apariencia tan ligero puede acabar pesándote como una roca en el alma. Hace unos días, Reinhold Messner hizo públicas las conclusiones de su expedición al Nanga Parbat. No ha sido una expedición común (la verdad es que ninguna de Messner lo ha sido), pues la puso en marcha no para lograr la cumbre, sino para hallar los restos de su hermano Günther, muerto en las laderas de este ochomil hace 35 años.

Reinhold tuvo más suerte que su hermano menor y logró llegar al campo base, aunque tuvieron que amputarle varios dedos de los pies. Así pues, su primera experiencia en un ochomil se saldó de forma trágica. Pero lo que a otro le habría paralizado o, al menos, le habría alejado para siempre de las laderas nevadas de los gigantes del planeta, para Reinhold Messner significó el inicio de una asombrosa carrera como alpinista y aventurero en la que brillarían la innovación, el coraje y la imaginación para afrontar nuevos retos que nadie antes había intentado. Pero aquel aire leve respirado por primera vez junto a su hermano en el Nanga Parbat se había soldado a su corazón pesándole más y más. Bien es verdad que mucho ayudaron a ello las insidias de algunos compañeros de expedición que no dudaron en acusarlo de haber sacrificado a Günther, menos fuerte y con problemas de adaptación a la altitud, para llegar a la cumbre.

Celos profesionales y otros más cercanos a la alcoba, además de los que se sentían aludidos por sus denuncias de connivencia entre la vieja guardia montañera alemana y los nazis, avivaron el fuego de una polémica que ha perseguido a Messner a lo largo de toda su peripecia, siendo agitada por sus detractores cuando el peso de la evidencia les dejaba sin argumentos contra quien debe ser considerado como uno de los más grandes aventureros de todos los tiempos. Lo que subyace en esta polémica no es sino la antigua dicotomía entre ética y éxito. Lo que somos capaces de sacrificar (¿nuestros principios? ¿Al propio hermano?) con tal de alcanzar el éxito, la cumbre.

Reinhold siempre sostuvo, y fuimos muchos los que le creímos desde el principio, que ambos habían llegado a la cumbre y que ambos habían emprendido el descenso hasta que una avalancha arrastró a Günther. Ahora se ha confirmado que los restos encontrados por la expedición liderada por él en la vertiente del Diamir pertenecieron a Günther y, por tanto, que es cierta la versión sostenida durante todos estos años por Reinhold de que él jamás había abandonado a su hermano. Ojalá que este hallazgo haya logrado liberar su alma de la coraza de aire leve que le ha aprisionado todos estos años. Después de 35 años, Günther y Reinhold pueden por fin descansar.

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Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.