Yo digo J. J. Santos

En qué manos estamos

J.J.Santos
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Al menos esta vez estábamos preparados para el pestiño. Hasta el seleccionador se lo olía, por eso no quiso arriesgar con los titulares. Sólo hubiera faltado que hubiéramos puesto en peligro a algún jugador clave con una pachanga así. Era imposible que viéramos algo más de lo que vimos. Cuando no hay rival, ya puedes rascar y rascar, que no hay tu tía. Ni los teóricos suplentes tienen mucho margen de maniobra para deslumbrar y ganarse el puesto. Ya me contarán qué tienen que ver los tuercebotas canadienses con Serbia, con la que nos ventilamos el billete mundialista el miércoles. Como de fútbol poco podemos opinar, lo mejor será que busquemos las causas que nos llevan una y otra vez a situaciones tan absurdas. Veamos.

En primer lugar habría que dar un premio a los eficientes empleados federativos que le dejaron como regalo de bienvenida el pasado verano al seleccionador un calendario disparatado. ¡Menos mal que negociamos el orden de los partidos! Después, no se debería quedar sin recompensa el que reparte objetivamente los partidos de la Selección por la geografía nacional. No tenemos sede fija para que puedan ver en directo al equipo en todas partes. Pues bien, en el último año Santander ha sido premiada con dos amistosos. Si es por el entusiasmo de los cántabros y por el buen estado del terreno, habría que seguir dándoles partidos pero, con esa media, habrá ciudades que se pasarán medio siglo sin ver a la Selección. ¿Sigue pagando Villar favores de las pasadas elecciones? Y una última medalla al que contrató a Canadá como sparring. Conseguir la clasificación para el Mundial, teniendo el enemigo en casa, tiene doble mérito. ¡Ánimo Luis!

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