Un Bernabéu que siempre da su opinión
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Florentino tenía curiosidad por conocer las reacciones del público en el primer encuentro de la temporada. No me sorprendió el Bernabéu. Sigue fiel a su estilo. La base de todo es la exigencia y, partiendo de ahí, luego tiene sus tics puntuales. Uno de ellos es no perdonar a nadie, incluido Ronaldo, que no pelee hasta el último balón. De siempre ha ocurrido que gustan tanto los tacones y las jugadas de lujo como el jugador que intenta rebañar un esférico imposible. Eso hace que, históricamente, los jugadores fríos acaben teniendo pesadillas. Que se lo pregunten a Del Bosque, Míchel, Guti y ahora a Ronaldo. Ayer, por esa innegociable premisa, el brasileño volvió a ser silbado. Injustamente, creo yo. Lo acabó arreglando como siempre: con goles. Del mismo modo, Raúl se salvó de los pitos. Su poco acierto queda cubierto siempre por una brega que gusta.
Pero el Bernabéu dijo más cosas ayer. Frialdad para con Baptista, como si le estuvieran examinando. Ni un regalo cariñoso en su estreno. Ese mismo silencio, pareció de respeto y de apoyo para el portero suplente de Casillas. Cuatro balones atrapados en todo lo alto sirvieron para que se ganara la consideración de la grada. Zidane y Beckham entran en otro paquete. Ellos están por encima del bien y del mal desde que llegaron al Madrid. Casi nada de lo que hacen se cuestiona. Por algo será. Del mismo modo que Gravesen, futbolista gris donde los haya, que cayó en gracia desde el invierno, se ha convertido en incuestionable. Del mismo que un pequeño sector cargó contra Pablo García por su pasado osasunista y fueron recriminados por una amplia mayoría. Vamos, que el Bernabéu sigue hablando muy clarito.




