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Semejanzas entre pedaleo y alpinismo

Durante los días que hemos empleado en regresar caminando desde las faldas del Nanga Parbat, Edurne ha sido el blanco de alguna que otra chanza a costa de su intención de "desertar" de la fiel infantería y pasarse a los relamidos señoritos que van sobre ruedas. Claro que ir en bicicleta de Ulam Bator (capital de Mongolia) hasta Pekín (centro del imperio del "gato blanco o negro, lo que importa es que cace ratones", como definió Deng Xiao Ping a una China de alma comunista que se echaba en brazos del capitalismo) me imagino que va a ser de todo menos un lindo paseo. Alguno del equipo de Al Filo incluso le ha sugerido que aproveche el entrenamiento para que su siguiente cima a conquistar sea el Tourmalet o el Angliru. Puede ser la oportunidad para Edurne, ahora que Armstrong se retira.

Alguna vez he escrito en estas líneas sobre las semejanzas que entrelazan el alpinismo y el ciclismo, y sobre dos substanciales diferencias: los emolumentos económicos son muy diferentes, tanto que apenas nadie vive del alpinismo. Al menos espero que el restaurante de mi amiga Edurne ahora acogerá más clientes y la alcaldesa de su pueblo la concederá la ampliación. La otra diferencia fundamental, la que separa la vida de la muerte, es que enmedio de una ladera nevada, cuando la cosa se pone complicada por encima de los 7.000 metros no hay un coche-escoba que te recoja si ya no puedes más y, lo peor, es que no está en tu mano abandonar la carrera y volver a casa. Sin duda, el ejemplo que ha dado Amstrong con sus siete Tours, o Edurne Pasabán y Ester Sabadell alcanzando la cima del Nanga Parbat también les hermana en tanto que son un ejemplo de la capacidad humana de superación ante los reveses que nos pueden asaltar en cualquier esquina de la vida.

El propio Armstrong hablaba en París contra los que no creían en "milagros" como el que él ha protagonizado ganando siete veces la carrera ciclista más importante del mundo después de superar un cáncer. Edurne también ha hablado en la prensa de sus "milagrosas" plantillas que han permitido a sus amputados pies llevarla hasta el cenit de su octavo ochomil. Y supongo que aquel galeno que le predijo a Ester que no podría volver al monte tras su accidente también estará pensando en un "milagro".

Uno, que reconoce estar más pegado a la tierra que una tuneladora de Gallardón, prefiere admirarse ante cualidades más "terrenales", como la fuerza de voluntad y el coraje de estos deportistas. Yo he visto a mis compañeras sufriendo mientras se recuperaban de sus lesiones, corriendo por el monte, pasando horas en la rehabilitación. Pero también de tantos otros -deportistas o no- que ahora mismo están luchando en soledad para conseguir su sueño, por efímero e "inútil" que le pueda parecer a muchos subir una montaña, dar la vuelta a Francia, vencer una enfermedad, enfrentando la adversidad, o recorrer el corazón de un continente en bici. ¿Qué decirles a los escépticos? Pues, la verdad: que ellos se lo pierden. La vida, sin lucha ni coraje, se parece mucho a una derrota.

Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.