Nos espera un Tour diferente
El rey ha muerto. Mayestático, victorioso después de siete invencibles campañas. Pero ya no volverá al Tour. La sola presencia de Armstrong ya intimidaba a todos los rivales. No habíamos llegado a la mitad del Tour, apenas superada la primera gran etapa alpina o pirenaica, los demás candidatos empezaban ya a pelearse por los puestos de honor, por salir en la foto de los Campos Elíseos al lado del campeón inalcanzable, el más fuerte, el más inteligente, el que sabía manejar las pequeñas aspiraciones de los demás en su propio beneficio. Pero Armstrong se va y deja el camino abierto a un nuevo Tour. El que habíamos vivido durante muchos años y que perdimos por culpa de dos absolutistas. Primero, Indurain; luego, Armstrong. Una carrera sin dueño, con vuelcos en la contrarreloj y ataques épicos en la montaña. Eso nos espera, por fin, en 2006.
Ivan Basso es el mejor colocado, no podemos engañarnos. Está en el punto perfecto de madurez, de progresión y de experiencia. Pero no veo a Ullrich, demasiado acostumbrado ya a la derrota y sin el vigor que le hizo ganar en 1997. Y tampoco me deslumbra Popovych, la alternativa que propone el equipo de Armstrong. Es joven, 25 años, pero su tarjeta (tercero en el Giro 2003 y quinto en el 2004), tampoco es para admirarse. Me ha entusiasmado mucho más Valverde. También 25 años, con una mentalidad ganadora y ambiciosa que hace pensar que es capaz de todo, de imponerse en la primera gran etapa de montaña en su debut en el Tour y, ¿por qué no?, de ganar esta carrera. Y me gusta Mancebo. Incansable, siempre un poco mejor cada año. Y me gustaría recuperar la fe en Iban Mayo, aquel escalador pudo que nos hizo vibrar en Alpe d?Huez.