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Brasileño, madridista y español

Roberto Carlos da Silva. Brasileño, madridista y español. Por este orden. Parecía que nunca llegaría este momento (dos amigos míos han estado a punto de ganarme la apuesta), pero es un orgullo poder gritar a los cuatro vientos que Robertinho, la entrañable bala atómica, ya es uno de los nuestros. Es el justo precio a su fidelidad hacia el club en el que ha crecido como futbolista y como persona. Nueve años son un tramo muy importante en la existencia de un jugador (el 70% de su carrera profesional). Este paulista risueño y explosivo ha llegado a estas alturas con las ideas claras, el compromiso intacto y dispuesto a seguir batiendo récords con ese escudo que le tira casi tanto como la Fórmula 1 y sus espléndidas azafatas. Roberto Carlos ya no ocupa plaza de extranjero, cumplirá este año los 500 partidos oficiales con el Madrid, alcanzará su décima temporada en el Bernabéu y disfrutará junto a Ronaldo y Robinho de una complicidad genética que le permitirá regalarnos de nuevo la vista con sus memorables incursiones por ese carril del tres al que nadie puede hacer sombra. Ashley Cole, Del Horno o Zambrotta son unos principiantes al lado de este futbolista "que corre como Gento y le pega a la pelota como Puskas", como lo definió Alfredo Relaño.

Hasta Florentino Pérez, que pudo sentirse dolido por el apoyo público que el brasileño hizo a Lorenzo Sanz en las elecciones de 2000, afirmó sin titubeos: "Antes vendo el Bernabéu que a Roberto Carlos". Me alegro mucho de tener un compatriota que lleva un fusil en su pierna izquierda y un corazón tan grande como El Retiro. Disfrutémoslo. Enhorabuena, crack.