El Nanga Parbat ya es español
Hubo un tiempo en que la leyenda del Nanga perseguía a los alpinistas más allá de sus dominios. En uno de sus primeros intentos de escalada, en plena efervescencia fascista en Europa, todos los miembros de la expedición regresaban sanos y salvos, lo que ya era una buena noticia. En la década de los setenta el Nanga Parbat o Montaña Desnuda en sánscrito, era la que más víctimas se había cobrado sin que nadie se parase a pensar en por qué los alpinistas alemanes se obsesionaron por la vertiente más peligrosa , la cara norte y sin pararse a analizar qué estaban haciendo mal. En nuestras tres expediciones al Nanga hemos hecho cumbre sin que la montaña quisiese hacer honor a su negro apelativo: la "Montaña Asesina". Quizás sea porque optamos por rutas a salvo de aludes y elegimos equipos que saben valorar la seguridad por encima de cualquier otra cosa.
Ayer el Nanga se transformó en la Montaña de los españoles, porque son 48 los alpinistas españoles que han pisado su cima mientras que los alemanes, que la vieron como su coto privado, sólo han sido 30. Incluso los japoneses les han adelantado. Para Edurne Pasabán es su octavo ochomil. Para Silvio e Iván, el undécimo, para Marianne el cuarto y para Josu el sexto. Cualquiera de ellos se merece muchas más líneas de las que yo les puedo dedicar, pero me gustaría resaltar lo que he aprendido ayer viendo a las tres chicas esforzándose al límite por alcanzar la cima del Nanga: el valor y el coraje no son cualidades exclusivas de un sexo. A Esther Sabadell le dolía hasta el alma recorriendo los últimos metros y, aun así, tuvo el empuje de llegar hasta la cumbre para dedicársela al doctor Rota, quien le arregló la cadera cuando muchos la decían que no volvería a andar.