Robinho viene fijo (2ª parte)
El madridismo está que se come el flotador del niño. Al menos, los que tienen la suerte de estar en la playa pidiendo raciones de chopitos, jarrita de cerveza fría y disfrutando del AS bajo la hamaca sombreada. Y los que están en el retén de guardia junto al ordenador y la dictadura del despertador también están en las mismas. El móvil les presiona, los argumentos se agotan mientras su e-mail escupe fuego y la impaciencia lógica y humana del forofo exige que el gran Robinho (un galáctico a la altura de Zidane y Ronaldo, no exagero) aparezca en el luminoso Palco del Bernabéu con la impoluta camiseta blanca, con el 10 de Figo a la espalda, que será su autopista hacia el olimpo del mejor fútbol jamás contado.
Pues desde aquí pido a ese pueblo sabio y curtido que tenga paciencia. Vuelvo a empeñar mi palabra públicamente. Robinho vendrá. Sí. Lo sabe Teixeira, que juega al póker con las cartas marcadas. Logrará que el chico vuelva a los entrenamientos y conseguirá que el Madrid pague diez millones de euros más de lo pactado. El chico los vale. Pero de ahí no pasará el órdago. El fichaje de Robinho no corre peligro. La voluntad del chaval es inquebrantable, su familia le arropa (el mejor apoyo) y en Madrid ya tiene elegida la casa de sus sueños.
Por más que el dinero sea importante, las cosas del querer descifran otro lenguaje mucho más directo. Robinho no se va a echar atrás, el Madrid le acompaña en el desafío, su futura afición espera abrazarle con el corazón para agradecerle semejante demostración de compromiso y, qué demonios, si hay que tirar de cartera se tira. Ronie costó 45 millones de euros, la cláusula de Robinho. Teixeira, asume el final del cuento...