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Píndaro y los Juegos de Madrid 2012

Llueve sin parar en el campo base mientras el grupo aguanta como puede a 6.000 metros, donde lleva nevando todo el día. Nuestro primer intento ha acabado casi antes de empezar. Dentro de la tienda comedor cultivamos el placer de la conversación con Iván Vallejo, un amigo ecuatoriano que forma parte de nuestro equipo. Iván persigue su undécimo ochomil y maneja un verbo tan rico y variado como sólo es posible escucharlo en Suramérica a la gente culta. Nubes grises suben por el valle de Diamir desde el río Indo, que discurre a los pies del Nanga Parbat, la montaña que ahora estamos intentando escalar. Precisamente fue el Indo la última frontera que Alejandro Magno atravesó antes de darse la vuelta. El descontento de sus tropas por tantos años de guerras le obligó a ello. Así concluía una aventura única en la historia del mundo en la que se forjó el mayor imperio de la Antigüedad. Un inmenso imperio que había comenzado a forjar a miles de kilómetros de este río. Todavía hoy los nativos de estos valles se reclaman herederos de Alejandro.

Casi desde el mismo instante de su muerte Alejandro traspasó la historia para acceder a la categoría de mito. Alejandro accedió al trono de Macedonia con apenas 20 años. Varias ciudades helénicas pensaron que era el momento de liberarse del yugo macedonio y se rebelaron. Alejandro decidió darles un escarmiento en la cabeza de Tebas. Tras conquistarla, pasó a cuchillo a los hombres y redujo a la esclavitud a mujeres y niños. Destruyó todos sus edificios salvo algunos templos y la tumba de un poeta, Píndaro. Este bardo alcanzó la fama y la gloria con sus poemas épicos y laudatorios dedicados a los atletas triunfadores en las olimpiadas. En una de estas composiciones, que parecería escrito para Alejandro, decía Píndaro que "es un título sin gloria, vencer sin riesgo".

Desde luego que el deporte del alpinismo (y, sólo a veces, en el motociclismo) ha convertido estos versos en certeza, muchas veces tan cruel. En ese riesgo que se debe asumir para lograr un sueño está, casi obvio es decirlo, la posibilidad de la derrota. En ello debemos pensar todos los que pusimos esfuerzo y ganas en conseguir la sede olímpica para Madrid en 2012. Aunque hoy ese acontecimiento parece ya muy lejano, ahogado por el humo del mismo terror fanático que antes oscureció Madrid. A pesar de ello es el momento de pensar que la derrota es fructífera si sirve para el siguiente intento de alcanzar lo que se desea.

En nuestro caso la cima de esta montaña, el Nanga Parbat. Pero, para la siguiente, y para siempre, es el momento de que no se nos olviden determinadas cosas: las declaraciones de personajes estrafalarios como Carod Rovira o las "oportunas" bombas de los de siempre, que restaron credibilidad al apartado de seguridad de Madrid. Qué cruel ironía, viendo lo ocurrido en Londres. Ni tampoco esos mensajes tibios de adhesión inquebrantable, que escondían justo lo contrario. Que no se nos olvide mirar la derrota como una magnífica oportunidad de aprender.

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Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.