La maleta de Robinho y la mía

Tras adelantar el pasado año la noticia del fichaje de Robinho este diario, hice mis averiguaciones y llegué a la conclusión de que no estábamos ante una mera declaración de intenciones sino ante un hecho consumado que iba a dar mucho que hablar durante los siguientes meses. Pasó lo del secuestro de la madre del jugador y pasó que el Santos se hizo ilusiones de ganar la Copa Libertadores. Y ahí, muchos encontraron carnaza para poner en duda la operación. Pero mis informaciones apuntaban en el mismo sentido: Robinho sería jugador del Real Madrid este verano. Ahí surgió algo curioso. De tanto asegurarlo, oyentes y telespectadores me acabaron diciendo que, si al final no llegaba Robinho, tendría que irme fuera de España. ¡Ni loco! Pero, a fuerza de tanto demorarse, más de uno estaba haciéndome la maleta sin recibir mi permiso.

Menos mal que hace unas horas Juan Figer, el gran muñidor del traspaso, me tranquilizó. Vino a decir que, tranquilo, que la maleta la hace Robinho para venirse a Madrid, que la mía la haga simplemente para irme de vacaciones. ¡Qué descanso! Al margen de bromas, lo cierto es que las informaciones publicadas por Ribot en estas páginas antes de Navidades se han ido cumpliendo paso a paso. Robinho dio el sí quiero en aquellas fechas y eso vale más que un contrato firmado por los clubes. Los regateos posteriores, el afán de unos en sacar más dinero y de otros en tumbar el fichaje porque se habían enterado los últimos, pasaban a un segundo plano. Ronaldo dijo hace años algo que es el catón del fútbol: cuando un jugador quiere marcharse se va, y se va al equipo que le viene en gana. Exactamente eso es lo que va a hacer Robinho en unos días.