La épica presente en el deporte
Estar a los pies del Nanga no implica que estemos aislados de las principales noticias de nuestro país. No me refiero a esas tontunas de la gresca continua en la que se encuentra buena parte de la clase política desde hace un tiempo y que, qué quieren que les diga, cada vez aburren más. Y lo más que consiguen es provocar una cierta irritación. Así que volveremos a aguantar, después de casi dos meses de sosiego que hemos gozado merecidamente, los chismes del gobierno vasco a los que sumar los del gobierno catalán y ustedes pueden terminar de poner un largo etcétera, según su particular criterio.
Como decía, hasta aquí me han llegado los ecos de ese triunfo épico del Real Madrid frente al TAU Vitoria. Ya lo siento por algunos amigos vitorianos, como Juanito Oiarzábal al que estamos echando de menos en esta expedición, pero momentos así son los que hacen del deporte algo realmente grande. En unos segundos se decide una victoria espectacular, o la derrota más cruel, en el peor sitio y cuando ya se acariciaba la humillación del peor adversario. Y da lo mismo que sea en el baloncesto o en el alpinismo. La acción de Herreros me ha recordado precisamente la primera conquista del Nanga por el austríaco Hermann Buhl en 1953. Son esos instantes en los que de nada vale la planificación, ni mucho menos las tácticas que, por definición, son conservadoras. Es el momento glorioso de la improvisación, del genio, del talento y, sobre todo, del coraje. Después de más de veinte años de expediciones a esta montaña, los alemanes sentían la conquista de esta montaña como una cuestión personal. Hicieron un enorme esfuerzo de material y alpinistas, todo basado en una gran logística donde el esfuerzo individual estaba subordinado al trabajo colectivo. Al frente de esta expedición se encontraba el doctor Herrlikogferr, que dirigió él solo 16 expediciones diferentes al Nanga Parbat. Para el doctor conquistar el Nanga suponía vengarse de esta montaña donde había muerto su hermanastro. Pero, ironías del destino, la conquista del Nanga también se decidió por un triple en el último segundo. Desobedeciendo la orden del jefe de expedición, Hermann Buhl se lanzó en solitario desde los 6.800 metros a la conquista de la cima. Casi anocheciendo, y a gatas, lo lograría, protagonizando lo que sería una de las grandes hazañas deportivas de todos los tiempos. Para sobrevivir durante el descenso, Buhl recurrió a un potente estimulante, la pervitina, que había sido utilizada por los pilotos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el primer hombre en sobrevivir, a pelo, a una noche a más de 8.000 metros. Al día siguiente, en condiciones extremas, continuó el descenso hacia la vida. Tuvo alucinaciones pero, por fin, después de casi cuarenta ocho horas al límite, regresó al último campamento. Su rostro asemejaba el de un anciano. Era el precio por haberse atrevido a tirar el triple en el último segundo. Pero había vencido al Nanga Parbat, la Montaña Asesina, donde se habían estrellado la flor y nata del alpinismo germánico antes que él. Desde entonces sería Buhl el del Nanga. Y Herreros será el de Vitoria.
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Sebastián Álvaro es director del programa de TVE 'Al Filo de lo Imposible'.