Yo digo J. J. Santos

Hay que aprender la lección

J.J.Santos
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Poco fútbol, pocos goles y festival en la grada. Lo de siempre. Así son casi todas las finales de Copa que he conocido desde que tengo uso de razón. A los técnicos les sale la vena de amarrar, a los jugadores les pesan las botas un quintal y los aficionados se desmarcan de todo y disfrutan con la fiesta, independientemente del resultado. ¿Y Villar? ¿Qué pensaría Villar en el palco, rodeado de autoridades? ¿Sería consciente del mercadeo que se vivió en las horas previas al partido para que el resto de aficionados pudieran ver por la tele la final? ¿Tendría cargo de conciencia por haber dejado en manos de terceros la joya más preciada de la corona? Qué va. Él a lo suyo, esto es, justo por la dirección contraria a la que circula el fútbol. Y no es asunto baladí. La Copa, repudiada por los equipos grandes, despreciada por el organizador, sigue gozando de buena salud.

Por fortuna, de lo único que no estaban pendientes los hinchas, era de Villar. Mirando, mirando, comprobaron que el Betis era superior técnicamente (nada nuevo) y que Osasuna no se arruga nunca (tampoco ayer). Apareció menos de lo esperado Joaquín, y tampoco vimos mucho a Pablo García. Sí fue fiel a la cita Oliveira, un jugador al que algún mastuerzo despreció en Valencia hace un año. Puestos a analizar, fue más fiel a sus principios el equipo navarro que el sevillano. Aguirre ha sacado petróleo en los tres últimos años. Mérito suyo es que siempre, aún cuando pasaron por ser el peor equipo de la Liga durante unos meses, jueguen como eso, como un equipo. Serra, con mejor plantilla, también ha sabido mejorar la producción de sus antecesores, aunque me queda la duda de si ayer también lo hizo. De prórroga, cualquier comentario sería tan caprichoso como el desarrollo mismo de esas suertes tan injustas.

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