En el lado oscuro de la Montaña
Ven conmigo y juntos reinaremos sobre la galaxia", le dice Anakin, recién estrenados sus nuevos atuendos y nombre de malvado, Darth Vader, a su amada princesa Amidala. Ya me perdonarán los fanáticos de la saga de Star Wars (antes "La Guerra de las Galaxias", pero ya se sabe que el mercado manda) si no cito textualmente con capítulo y versículo. La imagen que me asaltó en la butaca del cine fue la de Florentino haciéndole esa misma proposición a todos los cracks del fútbol mundial, que salían corriendo en busca de un planeta donde no dominase la amenaza del "lado oscuro". Durante toda la película, en mi opinión la mejor de la saga, la formación de un "imperio galáctico" recorre como un fantasma la historia de la misma forma que, muchos años atrás el fantasma del comunismo recorría Europa y ahora lo hace el nuevo "imperio blanco" a golpe de talonario. Me imaginaba a esas fulgurantes estrellas del balompié un tanto atemorizados ante las dificultades para respirar y el aspecto decididamente sombrío del presidente, algo por otro lado más que comprensible tras las dos temporadas sin tocar títulos que lleva nuestro Real Madrid. Pensaba si, como en el caso del amigo Vader, la metamorfosis de los dirigentes del Madrid ha sido producto de la falta de humildad y de la ambición, la soberbia y la siempre engañosa sensación de ser el mejor entre los mejores. ¿Qué hubiese ocurrido si el equipo hubiese apretado con mayor fuerza los dientes y se hubiese puesto a sufrir mucho antes del agónico final de la Liga? Pronto veremos si el Real Madrid ha aprendido algo de esta lección que supone asumir el trabajo del día a día como algo normal y no galáctico.
De lados oscuros algo sabemos los que vivimos en el universo de la Montaña con mayúsculas. Y no porque nos tiente, pues lo que primero aprendes en cuanto te enfrentas a una ladera nevada o a un muro de granito es que no tienes el mínimo futuro sin ser humilde. Ese "lado oscuro" amenazador, tétrico y todopoderoso siempre pertenece a las grandes montañas, y entre ellas pocas pueden presumir con tanta propiedad de poseer ese reverso tenebroso como el Nanga Parbat, nuestro próximo objetivo para Al filo. Está a punto de partir para Pakistán una expedición en la que las alpinistas que van a intentar llegar a su cumbre son, en su mayoría, mujeres. Hasta bien entrada la década de los setenta el Nanga era el ochomil que más víctimas se había cobrado. Fue el primero en ser intentado y en los años treinta la mejor generación de alpinistas alemanes se inmoló en sus laderas.
A esta montaña se dirigen tres mujeres que bien pueden servir de ejemplo a este Madrid que, ojalá, se lo tome más en serio que este año. Edurne va a por su octavo ochomil, algo que la puede convertir en una de nuestras mejores deportistas de todos los tiempos. Ester intentará su primero después del tremendo accidente sufrido hace dos años en Guadalupe. Y la suiza Marianne intentará sumar el cuarto. Todas ellas saben que lo importante para subir a la cumbre es luchar todos los días, eso que, en palabras de Bertold Bretch, es imprescindible.