Impuesto a 5.400 metrosde altura

Impuesto a 5.400 metrosde altura

He tenido que regresar a casa mientras el resto de la expedición encara la fase decisiva de nuestro intento en el Makalu. Cuando escribo estas líneas el grupo de punta se encuentra aguantando el vendaval a 7.350 metros de altitud, que ya nos ha borrado el campo 3, intentando pasar la noche como sea para continuar hacia esa cumbre que tanto se nos ha resistido. Mientras espero noticias -qué otra cosa podemos hacer desde aquí- y preparamos la expedición al Nanga Parbat, procuro ponerme al día. Y lo que más me ha llamado la atención son esos científicos españoles que están dando los primeros pasos hacia una curación del cáncer basada en una fórmula matemática. Siempre he defendido, como los clásicos, que los saberes verdaderamente científicos nos revelarán los secretos del universo a poco que sepamos escudriñar con ojos curiosos y pizca de talento en el corazón y tesón en la cabeza. Vamos, algo parecido a lo que el resto de mis compañeros están poniendo en juego para pisar la cima del Makalu. Otro acontecimiento que me ha afectado en lo personal es la invasión que mi casa ha sufrido a manos del "posyaque", esa peste moderna que, al grito de "pues ya que estamos" ha dejado reducido mi hogar a vigas y cimientos.

Claro que alguien como yo, que acaba de pagar un impuesto revolucionario a más de cinco mil metros y ha pedido un recibo a los extorsionadores, ya no se asusta de casi nada. Al principio ni su ropa, la habitual en la zona, ni su actitud nos permitieron adivinar quiénes eran de verdad aquellos visitantes: dos militantes de la guerrilla maoista nepalí que campa por sus respetos en amplias zonas del país. Simplemente se presentaron como guerrilleros que venían a cobrar el "impuesto revolucionario". Este nuevo método de ingresos y la coacción armada que conlleva ha resultado nefasto para la región pues ha reducido el turismo en Nepal a la mínima expresión. De hecho, esta temporada hemos estado solos a los pies del Makalu cuando lo normal era que numerosos grupos de alpinistas intentasen cada año ascender a la quinta montaña más alta de la Tierra. Así que no nos ha quedado más remedio que negociar, es decir, regatear sin recato. El tira y afloja se desarrolló en un clima de tranquilidad y buenos modos por ambas partes, incluida una intensa relación epistolar con el comité local maoista, con idas y venidas de serpas, hasta que cerramos el trato en 50.000 rupias. Pero les advertimos de que necesitábamos un recibo, pues debíamos dar cuenta de nuestros gastos. No hay problema: sacaron un papel con una bandera roja en el que figuraban la hoz y el martillo y la estrella, y lo rellenaron en perfecto nepalí.

A la vista de que se trata de un proyecto en colaboración con los militares de la Escuela de Jaca, a algunos de mis compañeros de TVE le vendrán a la cabeza las cuentas del Gran Capitán. Y es que a nosotros, como al insigne militar, a veces nos resulta complicado explicar cómo es moverse en ese otro mundo, caótico y fascinante, donde la rigidez de un libro de cuentas no tiene mucha cabida, ni tampoco sentido. Debe ser por eso que nos gusta tanto.