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Aquel niño que abrazó la camiseta

Aquella noche que durmió abrazado a la camiseta/pijama del Estudiantes el hada buena del Ramiro decidió que sería él, Josevi, más tarde Pepu, quien le daría el primer título de Liga al club. Josevi, más tarde Pepu, tenía 9 años, le acababan de dar un puesto en el equipo mini de Estudiantes y aquella camiseta azul era para él la joya más preciada del mundo. Seis años después Pepu, entonces Josevi, duplicó funciones: jugaba en el infantil y empezó a entrenar un mini. El azul colegial se había arraigado en su sangre. José Vicente Hernández no lo sabe, pero en su temporada undécima como primer entrenador del club le corresponde saborear el postre más dulce: el título. Lo tuvo en la punta de la lengua el año pasado, pero se lo birlaron. Aquel chavalín que durmió abrazado a su primera camiseta azul es ahora el feliz esposo de Belén y el orgulloso padre de tres niñas. Ha defendido tenazmente una filosofía humana y deportiva heredada de ilustres personajes como Antonio Magariños, Pedro Dellmans o Juan Francisco Moneo. Formar antes que ganar.

S i la suerte les acompaña en lo que falta de temporada, Pepu y Estudiantes pueden demostrar, con hechos, que anteponer la ética al pragmatismo tiene recompensa a veces. Pocas. Quizá una sólo en sesenta y ocho años. Los que acaba de cumplir Estudiantes. Sería un premio a repartir y compartir entre miles de colegios y de entrenadores de base. Por ejemplo, y por citar un par de ejemplos, San Viator y José Domaica, un centro y un preparador que amasaron, para hornos ilustres, dos panecillos llamados Juan Antonio Corbalán y Carlos Jiménez. Porque Estudiantes, en el fondo, no es sino la punta de un ignorado iceberg.