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A veces es bueno tocar fondo

La temporada agoniza para el Atlético de una de las peores formas posibles. Acaparando titulares por la indecente actuación de unos indeseables a los que urge apartar del club, con síntomas crecientes del desencuentro que protagonizan la directiva y un sector de la afición y con una más que preocupante crisis deportiva. La situación es delicada, pero no desesperada. El Atlético es una entidad con raíces sólidas como para aguantar los embates del destino. No olvidemos que hace bien poco estábamos en Segunda y con el club judicializado. El momento requiere serenidad para decidir y la posterior adopción de medidas enérgicas. Ser inflexibles a la hora de combatir a esa minoría radical y actuar desde el consenso total con el socio en asuntos trascendentales como la posible venta del estadio mejorará la imagen de los máximos responsables del club.

En ambos asuntos el aficionado percibe falta de transparencia y muchas dosis de ambigüedad tal vez ocasionados por una deficiente estrategia de comunicación. En lo deportivo coincidimos todos. Es obligada una revolución. Laterales, centrocampistas y un delantero resultan imprescindibles. Lo mismo que un técnico que tenga demostrado algo más que un meritorio trabajo en conjuntos recién ascendidos. Es la hora de ponerse a trabajar en serio. Un nuevo fiasco podría colmar la paciencia de la afición. No sólo eso. Estoy convencido de que si no somos capaces de construir un verdadero equipo, no un sucedáneo como hasta ahora, la marcha de Torres será inevitable. Como pasa en la actualidad, ofertas no le faltarán tampoco el próximo año y hasta el más atlético entendería que no puede seguir devaluándose en un equipo que por el momento no ha estado a la altura de su talento.