Cuando el jogo no es tan bonito
Si el Liverpool gana la Copa de Europa este miércoles tendremos la prueba definitiva de que para ganar en el fútbol no es necesario jugar bien. Es más. Se habrá demostrado que incluso jugando fatal se puede ganar la máxima competición de clubes del mundo. El espíritu de este Liverpool lo define el central Jamie Carragher. Ahora, Jamie Carragher puede ser muchas cosas. Puede ser -o mejor dicho, es- valiente, indomable, tenaz, solidario. Es, en resumen, un gran soldado. Hasta podríamos llegar a decir que es un gran deportista, por su competitividad y sus condiciones físicas. Pero de futbolista no tiene nada. La relación que tiene Carragher con el balón es muy sencilla. Lo despeja. Nada más.
Como el resto del Liverpool, el despeje es la esencia de su juego. Ganan porque de vez en cuando, por casualidad o por la ley de probabilidades, un despeje acaba en la red. ¿Esto es malo? En absoluto. Es maravilloso. Es bueno acordarnos de que el fútbol no sólo es talento y arte. Es bueno recordar (al Real Madrid, por ejemplo, durante la mayor parte de 2004 se le olvidó) que la pasión y la garra son elementales en este deporte. Cosa que entiende, mejor que nadie, la maravillosa, y eternamente fiel, hinchada de Anfield.
Los Zidanes y los Ronaldinhos siempre serán los más queridos. Ellos no despejan el balón. Lo acarician. Pero Carragher también es el fútbol. Ojalá que el Liverpool gane el miércoles. Pero, por favor, no todos los años.