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Criticar, pero desde el respeto

Se puede entender el enfado del aficionado. Lo que no tiene justificación son actitudes vandálicas alejadas del civismo y del sentido común de la abnegada y siempre respetuosa masa social atlética. Afortunadamente el grupúsculo de energúmenos que ayer increpó al técnico y a los jugadores no representa a nadie. A nadie salvo a los que reniegan de las normas más elementales de convivencia. Las burdas e injustificables formas empleadas para exteriorizar su descontento invalidan el objetivo de la airada protesta. Es lícito criticar, pero siempre desde el respeto. La razón se pierde cuando se actúa desde la irracionalidad.

El técnico y la mayoría de los jugadores no han estado como se esperaba, pero no se merecen insultos como los que tuvieron que escuchar, ni mucho menos ser tratados como delincuentes. Afortunadamente estos individuos radicalizados no son más que una fanatizada minoría con la que no comulgamos. Es por ello que tampoco hay que darle más importancia. La plantilla debe de saber que no les ha faltado el apoyo del conjunto de la afición, hasta que no se han agotado las posibilidades de salvar el año. Los pitos sólo han aflorado cuando ya se mascaba el desastre. Esta temporada han hecho falta muchas dosis de paciencia para soportar el paupérrimo juego del equipo. Una paciencia que el aficionado ha demostrado con creces tener.