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Bosman despacha tristeza

El próximo mes de diciembre se cumplirán diez años de la sentencia que lleva su apellido. Su cuerpo soporta bastantes kilos de más y su estado de ánimo sobrevive bajo una pesada losa mezcla de rencor y tristeza. Hace diez días, en el Dominical del Periódico de Catalunya, Bosman se explayaba envuelto en lamento. Arde en deseos de comerse a un caníbal. Es el pájaro que dispara contra las escopetas. Se siente apartado de la gran ubre que su circunstancia moldeó.

Está decepcionado por la falta de reconocimiento y lamenta que el semanario norteamericano TIME no lo hubiera nombrado 'Hombre del año 1.995'. Y prosigue en su desbrave: "hay mucho parásito egoísta de mi esfuerzo... nadie me ha dado las gracias por haber hecho millonaria a tanta gente". Ingenuo, pero también práctico. Tiene la receta para paliar tanta ingratitud: "Me merezco como mínimo un partido de homenaje". Asegura no estar arruinado y que no necesita para nada "despachar barras de pan o croissants".

Leída la entrevista, es claro que únicamente pide que le dejen pescar un ratito en la piscifactoría. Que ya son diez años de espera. Incluso su avispado abogado, Dupont, le podría comprar la caña y el anzuelo. Se lo puede permitir. Desde aquel diciembre del 95, su cartera y su agenda no han dejado de engordar. Sentencias favorables, pocas; pero minutar, un rato largo. Jean-Marc es sólo el Pepito Grillo de esta historia. De su testarudez brotó un maná para los "comunitarios". También de la miopía de la UEFA. En suma, una colosal coz a la estabilidad deportiva y económica de los clubes europeos.