Yo sí que creo en este Valencia
Disfrutar del megapuente del 1 de mayo en las luminosas costas levantinas me ha permitido disfrutar de información de primera mano que inquietará a los miles de abonados a la Cofradía del Clavo Ardiendo. Repasando la prensa valenciana, sobre todo la deportiva, he descubierto un pesimismo exagerado que les ha llevado a plantear el duelo del domingo ante el Barça como "una guerra perdida". Tras el 1-1 de Soria he leído con estupor frases como estas: "Sólo Numancia, Mallorca, Levante y Albacete suman menos puntos en la segunda vuelta"; "¿Queremos ser una copia del Madrid? ¿Ahora somos pijos?"; "El Valencia pasa de ser el mejor del mundo para la IFFHS a ser el 32", "El Valencia presenta su peor balance deportivo de sus últimas ocho temporadas" o "ahora resulta que Mestalla es la última esperanza blanca para ganar la Liga. Después de estar unos cuantos años aguantando atracos y demás en el Bernabéu, ahora resulta que somos amigos del alma".
No soy nadie para meterme en las crisis internas de un club histórico y señor como este Valencia que aprendí a querer cuando en 1987 vi desde las gradas cómo Mestalla rugía ayudando al Madrid a remontar un 0-1 ante el Oporto (gol de Juary) en una histórica eliminatoria de la Copa de Europa. Me quedo con esos valencianistas hospitalarios que este domingo alentarán a su equipo para que busque plaza en la Champions. Confío en su honestidad. Jamás perdonaría al Madrid que perdiese un partido aunque el perjudicado fuese el Barça. Como dice R. Carlos, ya es duro asumir que la Real eluda el intercambio de golpes en la última jornada. Si esto no cambia, la magia del fútbol se diluirá con estas reflexiones ideológicamente prejuciosas