Incrédulos y... Ronaldo y Guti
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Visto lo visto, muchos jugadores del Real Madrid deben llevar semanas bromeando sobre las cábalas que hacemos los periodistas sobre las posibilidades de remontada. Lo digo porque la actitud ayer en Anoeta durante una hora fue la del que se sabe resignado a su suerte, la suerte del segundón. Sólo quedaba el recuerdo de lo que dijo Luxemburgo, cuando repitió hasta la saciedad que su equipo no entregaría la Liga al Barça y que cada encuentro, de aquí al final, se jugaría como si fuera una gran final. Durante esa primera hora de juego hubo excesiva apatía, desgana y como un dejarse llevar que ya conocíamos de temporadas anteriores. Ocurre que ahora muchos millones de seguidores, a fuerza de escucharlo, creen que su equipo igual no gana la Liga, pero que tampoco se la va a servir en bandeja al eterno rival.
Nos hemos pasado meses recordando que los problemas del Real Madrid estaban en el centro del campo. Tanto hablar de que no había gente que recuperara el balón que, con la llegada de Gravesen, parecía que estaba resuelto todo. Y no. Faltaba eso, pero también sigue faltando alguien que tenga jerarquía en esa franja central de 30 metros donde se genera el fútbol, alguien que sepa marcar el ritmo del partido, abortar con clase la presión asfixiante del rival. Vamos, un Redondo o algo así. Tal es la necesidad de esa figura que el entrenador brasileño lleva semanas otorgando esa misión a Raúl. Craso error. Raúl es generoso pero no para tanto. Ese hombre, a falta de un fichaje definitivo, es Guti. Y ayer se vio nuevamente. Su concurso y la fe del más creyente del equipo, Ronaldo, salvaron una nueva situación de KO.




