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En Berna se le escapó la gloria

Recuerdo la sorpresa que me produjo el cese de Ljubisa Brocic y su sustitución en el banquillo azulgrana por Enrique Orizaola en enero de 1961. El yugoslavo, heredero de H.H., era todo lo contrario de su antecesor, reservado, tímido tal vez y poco dado a sacar pecho aunque hubiese eliminado al pentacampeón europeo. De Orizaola le recordaba en mi colección de cromos de años antes con la blanquiazul camiseta de la Gimnástica montañesa. Pila, Duque, Bidegáin, Madrazo, Vicente, Modesto... con Llorente de portero. Era un medio volante de fuerza y muy regular en su juego. Orizaola debutó en el banquillo con mínima derrota en Zorrilla por un gol de Zaldúa, futuro fichaje blaugrana.

Orizaola tuvo que hacer frente a cuatro retos, Liga, Copa, Copa de Europa y la de Ferias. En nuestro campeonato consiguió el cuarto puesto y en la Copa cayó ante el Español. En los torneos internacionales padeció un pésimo arbitraje en la eliminatoria ferial ante el Hibernian de Edimburgo. Su consagración pudo llegarle en la máxima competición europea. Superó con suficiencia la confrontación de cuartos ante los checos del Spartak. En semifinales hubo que jugar un partido de desempate en Bruselas ante el Hamburgo de Uwe Seeler, resuelto con un solitario gol de Evaristo. Y llegó la final de Berna. El Barça superó ampliamente al Benfica, en el que todavía no había aparecido Eusebio. Sin embargo, los desaciertos de Ramallets y los malditos postes cuadrados del Wankdorf Stadion inclinaron la victoria del lado portugués. La superioridad del juego azulgrana fue aplastante, pero el equipo dirigido por Enrique Orizaola rozó la gloria sin conseguirla.