Demasiados trenes perdidos
El Atlético es un equipo ramplón por muchas ilusiones que los aficionados nos hagamos. Con una gran solidez defensiva que nadie discute y Torres como única garantía real delante, poco se puede hacer. Los datos hablan solos. Somos uno de los equipos menos goleados, pero también de los más inoperantes cara al marco contrario. Lo sucedido ante Numancia y Espanyol es la constatación de la impotencia que da ver a un equipo que no da más de sí. De la lentísima progresión de Luccin (tiene gracia que vaya a coger la forma cuando acaba la temporada) y de los destellos de un Salva o un Ibagaza que nunca está cuando se le espera, no podemos vivir. El equipo, al menos ante los de Lotina, por eso de no defraudar a la inconmensurable masa social, demostró ambición pero está demostrado que con la voluntad, sino va acompañada de ciertas dosis de talento, poco se puede hacer.
En cualquier caso y dado que una gran parte de nuestros rivales directos parecen estar desfondados, hay que seguir luchando hasta el final por los puestos europeos. Donde no caben disculpas es en la Copa, la gran oportunidad que tenemos esta temporada de conseguir un título tras años de ostracismo. Entrenador y jugadores tienen que echar el resto ante Osasuna. Un equipo que en el plazo de una semana puede dar al traste con las pocas ínfulas de ánimo que nos quedan. Los tenemos enfrente en la semifinal copera y este fin de semana visitamos El Sadar. Ya nos amargaron el Centenario, con aquella dolorosa como pocas derrota en el Calderón, y no sería nada reconfortante que nos arruinaran, además, definitivamente esta temporada en la que empezamos a levantar cabeza. Lo dicho, que no tengamos que apelar una vez más a la maldita mala suerte.