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El discreto encanto de lo normal

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En estos tiempos de símbolos y siglas, de anagramas, de logos y signos, de señas que sirvan para identificar un producto o una idea, de trazos que se pagan a precio oro, en estos tiempos, digo, no hay nadie como Casillas para representar la imagen del Real Madrid, o lo que debería ser, chico de la casa, humilde, de Móstoles y a mucha honra, guapo sin abusar, de los que todavía pasean con las novias por el Retiro, más cerca del botellón que de la orgía, muchacho normal de 23 años que vive con sus padres y no se viste de rapero, si acaso cantante de Estopa, con la raya a la izquierda, sin crestas, que no se tatúa ángeles exterminadores y que aún sonríe a la gente, aunque últimamente le persiguen tres coches con paparazzi y no le hace mucha gracia.

Y además, un portero extraordinario, el galáctico de guardia, el futbolista más regular del equipo, cualquier otro hubiera sucumbido al año y medio de crisis y él ha salido indemne, indiscutido y finalmente indiscutible, mejor guardameta del mundo junto a Buffon (27 años) y Cech (22, Chelsea), aunque ellos, en sus equipos, no están, ni de lejos, tan expuestos como Casillas. Se buscan mediáticos, galácticos, los mejores futbolistas en sus puestos. Y, mientras tanto, los niños, enanos sabios, se cortan las mangas de los jerseys.