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Owen, la injusticia y el perdón

Michael Owen no hizo gran cosa en el Real Madrid-Barcelona, aparte de marcar un gol que Iker Casillas hubiera parado con los ojos cerrados. Pero cuando fue sustituido en el minuto 82 del partido el estadio Santiago Bernabéu le dio la ovación más sentida del partido. ¿Por qué? Es un eficaz goleador el inglés, desde luego que sí. Pero no es un artista. Y nadie le ha acusado de ser un hombre encantador. ¿Cómo se explica entonces que haya caído tan bien a la afición madridista? Precisamente esto me lo preguntaba ayer un periodista deportivo inglés. Esto es lo que le contesté. Que, primero, y a diferencia del estereotipo que se tiene fuera, no es necesario rebosar exuberancia flamenca para ser querido en España. La flema inglesa y la lealtad también provocan admiración en este país. Pero quizá igual de importante, le dije al amigo inglés, es que todo el mundo sabe que Michael Owen ha sido víctima de una injusticia.

Todos (partiendo, estoy convencido, del presidente Florentino Pérez al entrenador Vanderlei Luxemburgo) entienden que su trabajo no ha sido premiado como corresponde. Lo cual ha inducido un ligero, pero generalizado, sentimiento de culpa. La grandeza de Owen se ha visto, precisamente, en que no nos lo ha reprochado. La sentida ovación del Santiago Bernabéu fue otra manera de decir perdón, y de agradecer la generosidad del futbolista inglés, la ausencia de rencor. Pero ahora al que no perdonarán si Owen se queda en el banquillo es a Vanderlei Luxemburgo. Hay que ganar siete partidos. Owen -que además parece transmite suerte: once goles, once triunfos- debe jugar de titular las siete veces.