Robinho, la esperanza blanca
Allá por los inicios de los 80, Real Sociedad y Athletic de Bilbao le arrebataron cuatro Ligas al Madrid. Depresión. Al rescate salió la Quinta del Buitre. Emilio metía 30.000 personas en el Bernabéu sólo para verle a él (así pensaba Mendoza, que casi se carga a Beenhakker el día que lo dejó en el banquillo ante el PSV). Ese nene pequeñito (apenas 1,68 metros) y pecoso se convirtió en la gran esperanza blanca. Sus paradas en seco en el área, jamás repetidas por ningún otro jugador, y sus genialidades nunca bien valoradas, justificaron que una generación entera recuperásemos la sonrisa y la fe por este club modélico, singular y ejemplar.
En Robinho veo al Buitre del siglo XXI. Piel mucho más oscura, unos centímetros más alto, igual de enjuto y defensor de similares códigos futbolísticos. Ratonero, prestidigitador, inventor, improvisador, ocurrente y jugón. Anoche, fuimos muchos los que a las 23:00 horas sintonizamos el Canal + Deportes 1 para ver, aunque fuese en diferido, la exhibición de Robinho ante el LDUQ. El primer gol de la joya del Santos fue un prodigio de técnica y definición. El segundo, que sentenciaba a los ecuatorianos, fue un cabezazo en plancha al estilo de los que Hugo Sánchez firmaba siempre en el segundo palo. Robinho y Ronaldo formarán una pareja diabólica. ¿Con Joaquín de aliado?