Joaquín, gracias por ser diferente

Joaquín, gracias por ser diferente

Seamos sinceros, hasta ese minuto 53 todos estábamos más pendientes del cambio en el reloj (anoche dormimos una hora menos, vaya racha llevamos) o de la Operación Retorno. Pero en mitad de ese sopor pasado por agua en el entrañable Helmántico, apareció él. Joaquín. La alegría de la huerta, el tipo capaz de arrancar una sonrisa en mitad del duelo y de levantar de la tribuna a los jubilados que disfrutaban décadas atrás del fútbol vertical de gente como Basora, Gento, Amancio o Ufarte. Jugadores que viven al límite (la cal es su frontera natural), que se excitan en el uno contra uno, que no especulan, que les quema la pelota en los pies, que arriesgan y que, como Joaquín ante los voluntariosos chinos, se inventa una vaselina limpia, estética y letal. Caviar entre las sobras.

E n tiempos de penurias es necesario aferrarse a jugadores que no respetan el guión, que se resisten a ser uno más en esa curva descendente que parece condenar a nuestra decadente Selección a ese corral en el que no somos el gallo desde 1964. A los chinos les bastó hacer un gran despliegue físico para dejar claro que esta España es una fotocopia borrosa, que se alimenta de penaltis dudosos o de autogoles con perfil bufonesco. Por eso hay que tener a gente como Joaquín, capaz de firmar una vaselina similar a una que Raúl le clavó a Kahn en Alemania, en una goleada de infausto recuerdo (4-1).

Joaquín es el sueño español de Florentino (en las encuestas arrasa) y en Belgrado será uno de los referentes, espirituales y futbolísticos, al que nos agarraremos para no perder la fe. Esta Selección debe resucitar. Ya.