Un bajón de nivel trae foráneos

Que el Arsenal se convirtiera en el primer equipo de la Premiership en realizar una convocatoria sin un solo inglés es pura anécdota y la consecuencia lógica de un deterioro que se veía venir a la legua. El nivel medio del futbolista inglés es muy mediocre: las enseñanzas futbolísticas que recibe un chaval de las Islas están basadas en ideas prehistóricas de cómo se debe jugar al fútbol. Si David Beckham tiene un excelente primer toque y uno de los mejores pases del mundo con ambas piernas es porque su padre, asustado por lo que aprendía en los entrenamientos, le insistió que debía madurar ambos conceptos cuando regresaba a casa. Total que, visto lo visto, se plantean los entrenadores que lo mejor es ir al mercado europeo y traerse gente que haya aprendido que el fútbol no es todo correr, luchar, amar la camiseta y el balón largo. Así se fueron poco a poco inundando las canchas inglesas con extranjeros.

Por otro lado, la llegada primero de Jurgen Klinsmann y posteriormente de Gianfranco Zola convenció a los directivos que los extranjeros podían adaptarse a la Liga inglesa (corría la leyenda urbana de que los cuerpos y las mentes de los que viven en el continente no estaban hechos para la Premier). De repente se puso de moda fichar a brasileños, italianos, franceses que se unían a los habituales noruegos, suecos y daneses, importados por ser baratos y de corte parecido al jugador inglés.

En tercer lugar, la llegada del dinero de la televisión convirtió a la Liga inglesa en la más rica del mundo y los contratos de los futbolistas británicos fueron creciendo al mismo ritmo que los ingresos. James Beattie le costó al Everton lo mismo que Morientes al Liverpool. ¡Por Dios! Como las cosas no van a cambiar pronto, los preparadores más listos prefieren gastarse dinero en extranjeros buenos que en ingleses de medio pelo, una tendencia que ha creado lo que les explicamos en estas dos páginas.