Estando Capello de por medio...
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El Madrid viajó a Turín con el resultado que más gusta a Capello. Seguro que el técnico italiano hubiera intercambiado los papeles: jugar él de forastero y con esa ventaja mínima. Porque sus equipos, además de no enamorar, andan siempre justitos de goles. Es su forma de entender el fútbol. Primero defender bien, luego, seguir defendiendo y, si ha lugar, generar dos o tres ocasiones y meter al menos una. Ayer, sin ser tan rácano, el Madrid jugó con sus armas. Ninguna frivolidad en defensa, perder el balón en ataque si lo veían claro, pero perderlo sin posibilidad de que el rival genere contragolpe, y que pase el tiempo. El resultado no podía ser otro que el de un partido espesito, plúmbeo y con los porteros casi de espectadores. Hasta Ronaldo estaba más preocupado de defender que de encarar a los defensas.
Pero esa forma de jugar hay que trabajarla durante años y a algunos jugadores del Madrid no les sale. Bastó que perdiera un balón tontorrón Roberto Carlos en el centro del campo para que la Juventus generara una rápida contra y, zas, eliminatoria igualada. En ese momento, Capello volvía a estar en su salsa. Justo entonces, tras una hora y cuarto de juego, el control pasaba a sus manos y el buen fútbol, como hace dos días en Londres, con la eliminación del Barça, estaba con el rejón de muerte en todo lo alto. Ves entonces a la sala de prensa a decir que el resultado no es justo, que las risotadas de Fabio se oirán en todos los rincones del vestuario. El resto de la historia, la conocen sobradamente. Cuando un equipo italiano lleva a su terreno el partido, es cuestión de esperar la muerte dulce. Y eso lo hacen de maravilla. ¡Porca miseria!




