El mejor de los triunfos ligueros
A cuál de mis hijos quiero más? A los tres igual, por supuesto, aunque con cada uno tenga distintas vivencias de todo tipo. De la misma manera me cuesta seleccionar en la memoria la mejor de las victorias rojiblancas. Unas por su trascendencia, otras por la exhibición de juego, o por la forma agónica en que se produjeron o por las circunstancias que rodearon el evento. La ilusión de la niñez (un 5-0 al Madrid) no es la misma que la de ganar la Liga en el Bernabéu (fue un empate que supo a victoria) o que remontar el 0-3 al Barça de Romario.
Los recuerdos recientes se rememoran a través del vídeo mientras que los remotos se mitifican en un nebulosa celestial. Dentro de estos últimos está el 3-6 de 1950 en Chamartín (el Bernabéu actual). Las historias actuales le adjudican un gol a Carlsson, pero yo retengo en mi memoria dos goles del ratón sueco y, sobre todo, una exhibición como raras veces he vuelto a ver. El 1-4 del descanso se transformó en un 3-4 amenazador y Marcel Domingo le paró un penalty a Pahiño antes de que Escudero y Ben Barek ampliasen la diferencia. Por vez primera vi a un jugador, le llamábamos el negro, sin la más mínima connotación racista, marcarse unos pasos de baile ante la puerta de Juanito Alonso. Y al día siguiente, al colegio. ¡Qué satisfacción volver a recrear las jugadas de los goles!