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La Montaña del Fin del Mundo

El regreso a Punta Arenas, en pleno Estrecho de Magallanes, mientras mis compañeros continúan navegando tras las huellas de Juan Ladrillero buscando pasos, señales, algún recuerdo suyo en este mar del fin del mundo. Otros tres están intentando escalar el Cerro Sarmiento. De Fernando de Magallanes a Charles Darwin, cuantos pasaron por este lugar dieron cuenta de la honda impresión que les causó una naturaleza atormentada y salvaje, indiferente al hombre. Aquí se terminan los mares tranquilos, las montañas amables, los paisajes civilizados. En Tierra de Fuego las montañas son inclementes y peligrosas, los mares tormentosos, los bosques impenetrables.

Me resulta cada vez más curioso este ejercicio de equilibrio entre extremos a los que de vez en cuando me veo abocado. Mientras escribo esta crónica, veo en un televisor del ciber café el partido Barça-Espanyol. Sin embargo, mi cabeza continua allí atrás, al sur del Estrecho, en el Cerro Sarmiento, la montaña del Fin del Mundo. Esta montaña bautizada por el marino británico Fitz Roy en homenaje al insigne Sarmiento de Gamboa, es una montaña de unos 2.500 metros que se levanta sobre un pequeño canal dominando el Estrecho de Magallanes. El Sarmiento hace justicia al valiente navegante español Pedro Sarmiento de Gamboa, primer gobernador del Estrecho y cuyo trágico intento de poblar estas tierras a finales del siglo XVI constituyó un ejemplo de valor, tenacidad y desgracia sin límites. Su montaña está a la altura del personaje: sólo tiene tres ascensiones, una a la cima principal y dos a la secundaria. Tamaña dificultad se entiende por las continuas tormentas que asolan este lugar. En siete días sólo hemos llegado a ver la cima unos escasos minutos.

E n la década de 1970 se produjo el único intento español que se saldó con una gran tragedia: el escalador Fernando Martínez, compañero y amigo en TVE, murió al ser alcanzado por un desprendimiento de hielo. Desde entonces, el olvido. Nos gustaría subir a esta montaña no sólo por nosotros, también por Fernando y por los desdichados españoles que murieron de hambre no muy lejos de donde se levanta el Cerro Sarmiento. Por esos hombres y mujeres que trataron de poner civilización, y su hogar, en un lugar tan bello y salvaje que nunca será domesticado. Podría estarles hablando de Sarmiento y estas sacrificadas gentes mucho tiempo, pero no se ha escrito mejor elogio que el de uno de sus mayores enemigos: el corsario inglés sir Walter Raleigh, quien dijo de ellos: "No puedo por menos de alabar la paciente virtud de los españoles. Raramente, o nunca, nos es dado encontrar una nación que haya sufrido tantas desgracias y miserias como sufrieron los españoles en sus descubrimientos de las Indias. Persistiendo en sus empresas con constancia invencible, lograron anexionar a su país provincias tan hermosas que se pierde el recuerdo de tantos peligros". Por cierto, no hay nada como llegar a casa y poner las cosas en su sitio: el Barça ha empatado. _____

Sebastián Álvaro es director del programa Al Filo de lo Imposible, de TVE.