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Equilibrio, equilibrio,equilibrio

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Fabio Capello insistía en una entrevista con El País hace unos días en la importancia del "equilibrio". La palabra salía de su boca a martillazos: equilibrio, equilibrio, equilibrio. Porque aquí se resume, para el entrenador de la Juventus, la esencia del fútbol. Capello es un maestro pero se equivoca. O si no, ¿cómo es que la época en la que él dirigió el Real Madrid no la recuerda nadie? Como decía ayer un madridista de toda la vida, mejor perdiendo con el equipo de hoy que con aquel de Capello ganando. Entonces, ¿para qué sirve el equilibrio? ¿Para qué convertir el centro del campo en una segunda línea defensiva? Pues para dos cosas: para conceder menos goles y para perder menos. A veces se gana así. A veces no.

El Madrid de la era Florentino sí se recordará en todos lados donde la gente sea susceptible a los encantos del fútbol. Y ha sido el equipo menos equilibrado de todos los tiempos. Ha jugado a marcar goles y a ganar partidos. A veces ha ganado así. A veces no. Porque el fútbol no es ciencia. Cuatro más cuatro más dos en el fútbol no son diez. El fútbol es arte, es imprevisible, es teatro en directo. Capello recuerda una frase del dramaturgo inglés Oscar Wilde: "Un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada". El fútbol no se mide. Se siente. Por eso la esencia del fútbol no es el equilibrio. La esencia del fútbol es la ilusión. Y el que no entiende eso, por más listo que sea, no entiende nada.