Jugando con las cosas de comer
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A qué espera este tío para mover el banquillo... Era el comentario unánime tras el descanso. Pero una hora antes, cuando comenzó el partido, el personal no rechistó por la ausencia de tres galácticos, incluso les parecía bien en algún caso. Así es el fútbol y el que juega con fuego se puede acabar quemando. Luxemburgo estaba crecidito. Tanto hemos hablado de su flor, de lo listo que es ordenando el equipo, que decidió dar un golpe de mano amparado en la suerte que le perseguía y en una presunta autoridad que al menos demuestra ante la prensa (otra cosa es lo que luego haga en el vestuario o con el presidente). Pero en el fútbol no se gana con gestos, ni cambiando tres jugadores de una tacada, ni variando el esquema táctico en el minuto 60. El fútbol es intuición pero también lógica y ayer no hubo ni lo uno ni lo otro.
S i desmenuzamos la reacción de la grada según con qué jugadores, la sorpresa es grande en algunos casos. Solari acaba de renovar por aclamación popular y ayer fue silbado. Piensan, los que me rodeaban en tribuna, que el chico no pega una patada a un bote cuando salta de titular, que lo suyo es la suplencia. El que tiene la cruz puesta es Raúl Bravo, que percibe desde el primer minuto ese desafecto. Y por el contrario, Gravesen ha caído en gracia. Sigue dando pasecitos cortos, pegando toñazos como una máquina, pero le perdonan todo. Del mismo corte es Owen. Ni olió el balón, pero le disculpaban siempre. En el polo opuesto se sitúa Beckham, al que ya empiezan a mirar mal. Y si Luxe quiere pistas sobre su bravuconada de ayer, le diré que lo de Raúl no molestó, lo de Ronaldo, un poco más, y lo de Zidane, directamente, les pareció a los socios que escuché, una metedura de pata.




