Cualquier día en el país de los simios
Un niño mira al que debe ser su padre o un familiar, mientras éste se dedica a insultar y provocar desde la grada con gestos y gritos a un jugador negro durante un partido de fútbol. Lo que ese niño está contemplando es a un primate -él sí, y en estado puro- racista del que se supone debe aprender y tomar ejemplo para su futura vida.
Resulta plausible pensar que, de regreso a su casa, ese mismo tipo dejará al crío frente al televisor para que no moleste mientras disfruta de algún espectáculo protagonizado por otros primates mientras se insultan o se aparean (lo mismo da) ante las cámaras entre el regocijo del resto de la manada, cuyo líder y dueño de los destinos del programa en cuestión suele acogerse a 'la libertad de expresión' cada vez que alguien le acusa de telebasura.
Un puñado de cargos públicos de la zona del Pirineo aragonés han calificado al profesor Martínez de Pisón como un radical por oponerse con firmeza y argumentos a la agresión irresponsable contra ese espacio natural a manos de constructoras y planes de ampliación de estaciones de esquí. Planes que, obvio es decirlo, a unos pocos les harán ricos. Su obtusa mirada, que parece no ir más allá de un hipotético beneficio económico a corto plazo a costa de lo que sea, ha convertido a un hombre que ha hecho de la ecuanimidad, el humanismo y el análisis científico su forma de vida, en un peligroso agitador radical. Claro que esto ocurre en un país en el que filósofos como Fernando Savater tienen que ir con escolta por tan sólo atreverse a decir lo que piensan. Como bien argumentó el otro día ante un muchacho de Esker Batua, en el País Vasco los constitucionalistas no han perdido las elecciones, lo que pierden es la vida. El tal muchacho ni se inmutó, ni se fue avergonzado, lo que demuestra el nivel de degradación moral que se ha instalado en algunos que se dicen de izquierdas y, simplemente, son nacionalistas. ¡Si los comunistas vascos que conocí en los años setenta, levantaran la cabeza! A lo peor, les iría mejor a estos profesores si se asimilaran a los simios citados y se limitasen a vociferar sus opciones por las esquinas y los platós de televisión, deporte nacional por antonomasia en la actualidad.
Éstos son algunos comportamientos vistos y oídos un día cualquiera y que nos debieran obligar a meditar sobre adónde vamos. El director del Museo de la ciencia de Valencia, Manuel Toharia, nos define como unos monos listos capaces de cosas realmente asombrosas. Cómo discutírselo a mi buen amigo Toharia cuando, por ejemplo, vemos a un grupo de mega estrellas del fútbol que se unen para ayudar a unos desconocidos en el otro extremo del mundo o las autoridades se deciden a mirar de frente al doping buscando otros culpables (y quizá con más responsabilidad) que un pobre chaval dispuesto a lo que sea por lograr el sueño que le han prometido. Pero hay días en los que más que una definición parece un anhelo tan difícil de alcanzar...