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En El Sadar es donde se gana la Liga

Aquí queda escrito. Los tres puntos de El Sadar son los del alirón liguero. Durante muchos años el Madrid enterró aquí su orgullo y la cuchara de la Liga. Sólo este gigante blanco es capaz de jugar peor que nunca y de ganar como siempre. Este equipo vive al filo de lo imposible. Osasuna fue como un tsunami, pero su rival salió indemne. Durante 75 minutos el Madrid parecía el edificio Windsor. Un coloso en llamas que barruntaba desplome en forma de goleada. Pero los críticos más ácidos olvidan que el fútbol tiene lecturas más sencillas ajenas a la descripción objetiva del juego. Si cuentas con el mejor portero del mundo (Casillas) tienes medio partido ganado. Si, además, posees dos lanzadores de faltas como Beckham o Roberto, también te aseguras un par de llegadas letales. Y si Sanzol tiene los guantes de mantequilla y Owen y Helguera poseen el don de aparecer de la nada como Gerd Müller para remachar en la boca del lobo, convendrán en que es incuestionable la legitimidad de la Séptima de Luxa, número mágico en el santoral de los madridistas de bien.

En lo que va de 2005 este equipo sólo ha sabido conjugar un verbo: ganar. La fortuna no se compra en el Rastro ni te la regalan aprovechando la festividad de San Valentín (Ronie, esta victoria es tu regalo de boda pero vuelve con un saco de goles para el Athletic y la Juve). El Madrid la busca con ahínco desde que está O Rei Luxa. Y la encontró en el Calderón y El Sadar, dos territorios hostiles que han caído bajo el fuego de tipos como Michael Owen. El paciente inglés merece un monumento. Soporta su condición de actor secundario pero la Academia está sopesando darle el Oscar más meritorio: el que premia al Hombre-Gol.