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Dos clubes que estaban hermanados

No deja de sorprenderme la virulencia con la que es recibido el Real Madrid desde hace tiempo en Pamplona. Durante muchos años, las relaciones entre los dos clubes fueron entrañables. No me refiero a antes de la Guerra Civil, cuando Jaime Lazcano, el maravilloso exterior, vino de San Juan a Chamartín o cuando el club rojillo prestó a sus figuras Gurrucharri y Urquizu para que los merengues afrontasen su primer viaje a América con mayores posibilidades de éxito. Con posterioridad al conflicto bélico, el Real Madrid, presidido por Santiago Bernabéu, siempre distinguió a Osasuna con su simpatía y apoyo y el club rojillo correspondió con trato de favor a la hora de traspasar sus figuras. Así fueron llegando al club blanco jugadores de la calidad de Rafa Alsúa, Fernando Berridi, Goñi, Pachín, Manceñido, Félix Ruiz o Ignacio Zoco.

El viaje inverso lo realizaron jugadores de gran proyección y que en su momento ayudaron al equipo pamplonica a ascender a Primera o mantener dicha categoría. Recuerdo a vuelapluma las aportaciones de Serena, Rivada, Iznata, Justo, Macua, Iriguíbel, Martín González, Bernardo, Aguilá, Ismael... Ya sabemos que las masas son desmemoriadas y volubles en sus sentimientos. Todo aficionado desea el triunfo de su equipo. Para ello anima a los suyos y 'nerviosea' a los rivales. Lógico. Pero la animadversión de las gradas del Sadar contra los jugadores madridistas traspasa los límites aceptados hoy como normales. Esperemos que en esta ocasión no volvamos a tiempos recientes en que sacar un córner, o recoger un balón que ha traspasado los límites del campo para ponerlo en juego, se ha convertido en una operación de alto riesgo.